domingo, 17 de mayo de 2015

Otro amor.


   "En la vida ordinaria, las parejas se enamoran de fuera hacia adentro. Primero se interpone el cuerpo y después, con un poco de suerte llega el alma. Al cruzarse en cualquier parte esos dos seres que luego serán amantes se encuentran con un rostro, unas manos, unas piernas, unos ojos, con la superficie humana que está a la intemperie. A partir de esta atracción física, la pareja se acerca, traba un conocimiento, expresa unos sentimientos, desvela su pasado, proyecta una felicidad común, se va introduciendo en el alma del otro y llega a un momento en que se produce esa conexión deslumbrada de ambos espíritus que se llama amor. Pero cada día son más las parejas que se relacionan por primera vez por medio de Internet. En este caso, al contrario que en la vida ordinaria, el amor se desarrolla de dentro hacia afuera. Alguien lanza un mensaje anónimo a la red, con un nombre supuesto. A este reclamo acude desde el otro lado del planeta una internauta y en la pantalla del ordenador se produce un primer contacto entre dos almas desconocidas que empiezan a ofrecerse datos de su espíritu: deseos, fantasías, falsos sueños, promesas imaginarias, aspiraciones de belleza, todos esos materiales con que se fabrica una gran pasión. El cuerpo no ha intervenido todavía. Una vez enamorados de su alma los internautas comienzan a mandarse fotografías, la de la primera comunión, aquella tan bonita del parque, una de muy joven en que salió guapísimo. Estas imágenes son tan irreales como los sentimientos que previamente estos amantes se habían ofrecido, pero el engaño ya no tiene importancia. Así le sucedió a un gordo y seboso señor de Hamburgo que conectó con una gorda y decrépita señora de Toronto. Se encontraron en un punto virtual de la red. Comenzaron a intercambiarse unos sentimientos delicados, deseos puros o tal vez inconfesables; abrieron sus respectivas almas en el espacio inmaterial y desde esa intimidad, seducidas a causa de tanta perfección, fueron concretando sus figuras y primero se mandaron mutuos retratos donde aparecían jóvenes y radiantes. Finalmente se dieron una cita en el Plaza de Nueva York y allí se descubrieron gordos, viejos e incluso repulsivos, pero ya se habían enamorado ciegamente por dentro. La sorpresa que se llevaron fue la contraria que se produce cuando alguien, fuera de Internet, se enamora de un cuerpo espléndido y se encuentra con un alma idiota" (Manuel Vicent, el País, 10 de enero de 1999).


T.

domingo, 10 de mayo de 2015


        La persona es esclava de sí misma.
  La sociedad se ha convertido a sí misma en una masa de algo monstruoso incapaz de ver más allá de sus narices, convirtiendo la pobreza y el hambre en algo normal que se ve en la televisión a la hora de comer.
   La única supervivencia de nuestra inocencia y la mayor forma de crítica es el arte.
   El artista mantiene vivo al niño que fue.
   El artista ve el mundo a través de unos ojos diferentes, unos ojos críticos.
   El mundo es un reflejo de lo crueles que podemos llegar a ser, preguntándonos si no lo hacemos lo suficientemente mal para hacerlo aún peor.
   Al final somos castigados por nosotros mismos, cada mal pensamiento, cada mala acción poco a poco nos envenena hasta caer en un foso del que es difícil salir, transformándonos en seres grises y decadentes, lo que convierte cualquier forma de expresión en algo triste, haciendo del arte algo completamente inservible.
   Si quisiéramos dar vida a cada buen pensamiento y disfrutar cada buena acción todo ganaría un suspiro de inmensa alegría haciéndonos ver la vida como algo realmente hermoso y creativo como nunca nadie antes podía haber imaginado, dándonos la oportunidad de ser críticos con algo que nosotros mismo hemos convertido en inhumano y monstruoso.
    Es en ese momento cuando el arte cobra sentido.
    Sin el arte, la humanidad es completamente triste.
    Sin la humanidad, el arte resulta inútil.



T.