martes, 6 de septiembre de 2016

Ego IV

 
     Al fin pasó la tormenta, o eso creíamos. 
Los únicos que quedáis sois tú y una cigarra despistada que aún no se percató de que el sol se fue, que la luna ya estaba alta, que era tarde
Entonces, andando por ese camino empedrado, te pones a pensar qué pasaría si en ese preciso instante te cruzases con tu yo del pasado
Te preguntas sobre cuál sería su reacción, qué vería de tu nueva concepción de la razón y el corazón. 
Te preguntas si esa persona que solías ser te reconocería tan solo con un año de diferencia. 
Te pones los auriculares, buscando alguna canción que te agrade en ese momento y de pronto ves una que hacía siglos que no escuchabas y que te trae miles de recuerdos. Ahora empieza a aparecer tantísima gente ante ti que te hace perder el equilibrio.
Aparecen aquellos que fueron muy importantes para ti, pero ya no están, y aquellos que de la nada ahora son mucho, increíblemente. 
Aún recuerdo cuando escribí sobre algo similar. Hace más de un año, en el que ha llovido en innumerables ocasiones. Ahora me encuentro en una situación en la que pensaba que no me iba a ver nunca, pero para mi sorpresa, así es.
Aquí estoy. Paseando, mi perro se ha ido corriendo a explorar, y esperando rebusco entre mis bolsillos para encontrarme un papel medio escrito y un boli rojo. ¿Y ahora qué pongo aquí
¿Qué voy a decir? ¿Qué explicación tendría que darle a ese yo, dispuesto a juzgarme? 
He cambiado, lo sé, y sé también que nada en mí es como habíamos imaginado. 
He hecho cosas que jamás pensé que haría. 
He cambiado hasta lo más mínimo realmente, ni siquiera voy a estudiar lo que tenía pensado hace siete meses.
Pero no tengas miedo, todo ha ido a mejor
Si algo he podido ver es que si tienes la valentía para darle una patada a todo y cambiarlo, aun a peligro de que te salga el tiro por la culata muy probablemente, todo saldrá bien.
Y si no lo entiendes, no te preocupes. 
Algún día lo harás.



T. 

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